Mucho se habla sobre la importancia de comer sano, sin embargo llevarlo a la práctica es todo un reto para quienes deben combinar una jornada laboral con el acceso a alimentos saludables.
Si bien es cierto que muchas empresas han incorporado cafeterías y comedores industriales, la mayoría de los empleados recurren a máquinas de autoservicio, tiendas de convivencia, puestos ambulantes y restaurantes de comida rápida como alternativa para comprar alimentos.
Lo anterior representa la ingesta de comidas poco saludables, carentes de los nutrientes necesarios y con altos contenidos calóricos. En su mayoría se caracterizan por tener alto contenido de carbohidratos lo que eleva el nivel de glucosa en la sangre. De mantener una dieta así, se incrementa el riesgo de padecer pancreatitis, condición que puede favorecer el desarrollo de diabetes.
Altas concentraciones de glucosa afectan negativamente el funcionamiento de una clase particular de neuronas y disminuyen la actividad de las células orexinas que éstas contienen y que se relacionan con el estado de alerta y control de sueño.
Altos niveles de azúcar en la sangre, van acompañados de menor flujo sanguíneo y reducción de oxigenación cerebral. La respuesta corporal es aletargamiento, lo que perjudica el desempeño y productividad de los empleados en las horas posteriores a la comida.
La recomendación es procurar ingerir agua natural y alimentos ricos en proteínas que no representan elevaciones de glucosa y sí mejoran el rendimiento cognitivo. Además es importante caminar después de comer para evitar la pesadez.
Sin duda, es un elemento importante a considerar para las empresas que no se preocupan por la procuración de alimentos de calidad a sus empleados.
El costo-beneficio de incorporar comedores industriales y fomentar programas de Cultura Wellness al interior de sus organizaciones se puede medir en los márgenes de productividad, ausentismo y gastos en atención médica.
